Hoy os traemos una receta con mucha historia a sus espaldas y un origen muy gracioso que seguro que la mayoría no conoce.
Además, es un postre que me trae muchos recuerdos de la infancia. Cuando éramos pequeñas la becaria y yo...y la chica no estaba ni en los más remotos pensamientos, una familia catalana se hizo cargo de un restaurante que había cerca de casa durante un tiempo, el Florida Blanca. Cada domingo íbamos a comer allí...el pollo a l'ast y la crema catalana que hacían, a día de hoy, sigue siendo insuperable en mis recuerdos, y en el postre es en lo que vamos a profundizar esta vez.
Como la mayoría de recetas dulces tradicionales, tiene origen monacal...y es que resulta que allá por el Siglo XVIII (18 para los espectadores de M.H.Y.V.) unas monjas decidieron hacerle un flan como postre a un obispo que iba de visita, pero resulta que les salió demasiado blando y aquello había que arreglarlo como fuera, para que veáis que puede pasarle hasta al más experimentado. Empezaron a hacer experimentos al más puro estilo Arzak mientras rezaban 63541654 padres nuestros y otros tantos avemarías para que aquello resultara comestible. Para rematarlo, quemaron azúcar por encima y se lo sirvieron al obispo..que no tardó ni medio segundo en meter la cuchara y claro, aquello no se había cuajado y se quemó con el caramelo...CASTIGO DIVINO por glotonería, ala!!! El chavalote sólo pudo decir '¡crema!' que en catalán es quema...y con el nombre se quedó.
En Catalunya sólo se le llama crema, fuera es más común llamarla crema catalana o crema quemada, y aunque era un postre típico de fiestas, ya se consume durante todo el año en cualquier parte, no sólo de España, sino en muchas otras partes del mundo, la receta clásica o bajo múltiples variantes que os iremos enseñando. Hay muchas marcas que las comercializan, ya preparadas o en sobres para terminar en casa. También la hay en helado, en tartas y hasta en licor...de muerte con el café. ¿Quién no la ha probado alguna vez?
La receta que os vamos a enseñar es la que ya aparece en libros de cocina medievales y se considera uno de los postres europeos más antiguos, sólo superado por las natillas que ya existían en Roma varios siglos antes de Cristo. ¿Queréis hacer palidecer a vuestra abuela de envidia con vuestra crema? ¡Pues vamos allá!
Ingredientes (4 raciones aprox.):
- 1-1 y 1/2 vaso grande de leche
- 8 yemas de huevo
- 1 corteza de limón
- 1 rama de canela
- 2-3 cucharadas de harina de maíz ó 4-5 de harina de trigo o de arroz.
- azúcar
El proceso de preparado es exactamente igual que el de la crema pastelera que se usa para rellenos y coberturas en pastelería y que ya os enseñamos a hacer en la receta de maceticas de merengue.
En una cacerola pondremos a infusionar la leche durante unos minutos con la corteza de limón y la rama de canela. Añadiremos el azúcar para que se vaya disolviendo, la cantidad es un poco a gusto, depende de lo golosos que seáis. Nosotras pondremos 1 cucharada sopera por ración, os recuerdo que cuando enfría se nota menos el dulzor.
Mientras dejamos al fuego la leche, batiremos bien las yemas que hemos rescatado de la tarta de moras en la que sólo usamos las claras.
Ahora es el momento de las mezclas, así que os aconsejo tener todos los ingredientes y utensilios a mano. La leche en este momento debe estar bien infusionada, así que bajamos el fuego que no hierva más y para vuestra comodidad, podéis retirar la canela y el limón. Añadiremos las yemas batidas poco a poco sin dejar de remover a fuego medio bajo para que no cuajen enseguida. Después pasamos a la harina.
Con respecto a la harina hay que hacer varias aclaraciones: la receta original es con harina de trigo, pero con el tiempo se ha ido sustituyendo más ampliamente por harina de maíz porque el resultado es más fino y delicado. Si eres celíaco usa la de maíz o la de arroz. Podéis usar la que queráis, pero las cantidades si van a variar dependiendo de la que uséis. La de maíz espesa muy pronto y necesitaréis menos cantidad, así que lo mejor es que vayáis añadiendo cucharada a cucharada, removiendo muy bien para no dejar grumos entre cada añadido, hasta conseguir el espesor deseado. El resultado tiene que ser similar a una natilla.
Para que veáis que se puede usar cualquier harina, aunque con la de maíz queda un resultado más parecido a las que se comercializa, nosotras hemos usado unas 4 cucharadas soperas de harina de arroz. También podéis usar la leche que más os guste o la que podáis tolerar: vale de soja, de almendra, de arroz...o sin lactosa, como la que hemos usado nosotras.
Repartiremos la crema en recipientes resistentes al calor y lo dejaremos reposar hasta que atempere, lo más típico son las cazuelitas de barro. Luego lo guardaremos tapado en el frigorífico hasta que estén bien frías.
A la hora de servir, espolvorearemos una cucharadita de azúcar encima de cada ración y la quemaremos. Yo sólo tengo soplete, pero hay kits específicos para las cremas catalanas que ya traen las cazuelitas y la chapa de quemar, aunque también se venden los quemadores sueltos.
Quemamos el azúcar hasta caramelizarla y la servimos rápido antes de que se caliente la crema, que siga fría, pero que el azúcar ya haya cuajado formando una costra crujiente...no lo sirváis fundido como las cabr*nas de las monjas, que hay más de un obispo suelto y lo mismo el que lo coma se acuerda de todos vuestros antepasados!!!! Lo que mola es romper la costra con la cuchara y comer la crema fría y suave entre trocitos de caramelo crujiente. Ale, bendecidos quedáis para que disfrutéis a gusto...id con Dios pero luchad como el Diablo, nos vemos la próxima semana ;)
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